Sin miedo ni esperanza

Extracto de esta entrevista a Gabriel Albiac

Han publicado hace poco, con textos de tus clases en la universidad, un ensayo sobre la construcción de lo político en el mundo moderno. ¿Consideras realmente la política una ficción? ¿Un juego de espejos con el objeto de construir súbditos?

Naturalmente. Y no es una manía mía, lo descubren Maquiavelo y Etienne de La Boetie. La política no es otra cosa que el sistema de engranar ensoñaciones bien trabadas.

Si la política es, entonces, una máscara, ¿cuál es la esperanza para los jóvenes que acampan en Sol, Wall Street y otros lugares del planeta?

Un sistema de máscaras, mejor. Lo primero que tiene que hacer todo aquel que quiera ser libre es tirar la esperanza al cubo de la basura, ahora y siempre. Spinoza decía, y ese es uno de los grandes hallazgos del Barroco, que hay dos mecanismos blindados de servidumbre: el miedo y la esperanza. Se somete a la servidumbre a los hombres poniéndoles un temor insuperable o induciéndolos una esperanza para controlarles. De los dos procedimientos de Spinoza, el primero puede ser roto. El segundo es el más terrible, el más difícil de romper. Si alguien quiere ser libre lo que debe hacer es actuar sin esperanzas. Y una vez dicho eso, ¿se puede romper algo? Se puede romper algo siempre que no aspires a estructurar categorías de totalidad ya que con ellas recuperas la visión finalística del mundo y recompones el sistema de sujeciones. Podemos decir eso ahora, en la actualidad, porque podemos analizar la experiencia de las grandes hipótesis de totalidad, los totalitarismos de entreguerras y las consecuencias que tuvieron: la creación de modos de representación del mundo finalísticos. Si alguien quiere ser libre debe eliminar cualquier tentación finalista.

Por ahí vamos.
Un abrazo,
Edu.

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